Enrique AM

#001: Buscando una razón

He tardado más en crear esta entrada de blog que tal vez lo que tardaré en escribirla (nota posterior: así ha sido). Llevo tiempo queriendo escribir de nuevo en abierto y no he sabido encontrar una razón para hacerlo. A veces me mueve la posibilidad de que lo que escribo le pueda interesar a alguien, pero me parece al mismo tiempo poco sano (al menos para mí) que el crear algo dependa de alguien externo, más aún si se añade el escribir para gente desconocida. Teniendo eso en cuenta, llevo tiempo sin escribir y no se por qué debería siquiera hacerlo, pero aquí estoy, golpeando las teclas, una tras otra, sin más sentido que hacer constar mi existencia en este mundo.

He tenido un rato para pensar mientras me peleaba para generar la imagen de previsualización de esta primera entrada de blog. Acabo de llamarle pajillera a la gata por el ruido que ha hecho rascándose la oreja. He estado pensando en el esfuerzo que he hecho este año para yo, ser inmóvil de nacimiento, hiciese algo por actuar. Ha sido un esfuerzo algo forzado al principio, luego rutinario, más tarde parado en seco por motivos personales. ¿Y ahora qué? ¿Qué motivo tengo para escribir? La sensación de control, muy probablemente.

Estoy en la espiral infinita que forman las líneas invisibles del límite del huracán en el que en medio me hallo. Cada año que pasa, cada evento traumático, cada pequeña cosa que me quita la fe, me hace más fuerte. De verdad lo noto así, aunque suene tópico. Me siento más seguro y resistente, más capaz y más hábil, mejor en cada iteración, pero hay algo que me aterroriza y es el pensar en qué pasaría si toda esa fuerza un día dejase de estar sin más, la mochila desapareciese y todas las piedras acumuladas me cayesen directamente en los tobillos.

Así pues, viviendo en el mejor y peor mundo que podría haber, en el fin del verano más frío del resto de nuestras vidas, girando (¡aún!) la rueda que mantiene mi salario a flote, lidiando con las garrapatas de las que ahora mismo dependo para vivir en mi hogar (en el que un día ya no viviré), con cada día más achaques y sin tener ánimo para seguir la vida sana que tiene tantísima gente, estirando las noches hasta donde Cristo perdió la chancla (me da la risa incluir esta frase en algo aparentemente serio), dedicando las horas que sobran a lo que me apasiona e invirtiendo demasiadas horas en lo que no (porque no queda otra, de verdad que os aseguro que no)... Me pregunto qué estoy haciendo cada día que pasa y qué pasaría si un día me quedase quieto en la cama. Qué pasaría si perdiese el control y decidiese despedazarme hasta ser nada.

Y entiendo que esto que estoy escribiendo, aunque aparentemente algo inconexo e inútil en un sentido mercantil, sí significa que aún conservo un mínimo de control y que tengo la capacidad de decisión. Estoy en un entorno muy específico, pero lo tengo. Y mientras quede algo, mientras pueda aprovechar lo máximo y tenga un sitio al que volver, aquí seguiré.

Notas